Ojalá hubiera sabido atarte a la cama
A la mañana siguiente me dió miedo mirarte a los ojos y ver lo que significaba para ti, quizás porque muchas mañanas yo he sabido mirar así también. No esperaba tus besos ni tu deseo, que sólo estaban en mis sueños, no esperaba palabras que después fuera a recordar. No los quería, aún no, pero a un centímetro de tus labios ya no me quedaba nada que parar de mí, sólo escuchar lo que quería mi sangre.
Vinieron los besos y después tu cama, el calor, tu piel, tu olor, tus manos, tus muslos, tus pechos, tu lengua, tu sexo, tu energía tú, tú, tú… tú, tú. En un momento tanta tú que ahora cada vez queda menos ya de mí, hasta que sentirte se torna en una cadena atada en el tobillo. Ojalá el nosotros de esa noche hubiera durado esta vida, aunque la siguiente la viviera sin ti, pero este invierno me dice que ahora no se reparten licencias ni das permisos.
Ojalá hubiera podido contagiarte una canción y esto no lo tuviera que enjaular, una canción de las que dicen palabras de amor y de pasión, y encogen y agrandan el alma. Te guardaré dentro de mí y quizás en un momento desconocido empiece a entenderme los sentidos, que algunos no saben qué decirme y otros los tengo perdidos. Con el medio limón que me queda me pondré una copa de ron, de todas formas ya sólo tenía medio, reseco y en la nevera. Lo estaba conservando frío. Gracias por los pensamientos que me regalaste, me sacaron del penal, y gracias por dejarme soñar que estabas compartiendo tu yo real conmigo. Ojalá hubiera sabido atarte a la cama, ojalá hubiera sabido cómo arrancarte de la duda. Aún te siento y fue sólo un guiño.
Photos: Eugenio Recuenco. Visit his website.